¿Hay algo que nos haga salivar más rápido que una buena foto de comida? Puede que la respuesta sea no. Y si hablamos de las mejores fotos del año, la cosa sube de nivel. Este año los World Food Photography Awards —patrocinados por Bimi, que igual no te suena pero que ha puesto el dinero para la fiesta— han vuelto a demostrar que la gastronomía, además de llenar el estómago, puede sacudir la retina.
Más de 10.000 fotografías de 70 países distintos. Jurados que van desde fotógrafos de renombre a chefs, editores, directores de cine y creativos publicitarios. Categorías para todos los gustos: desde “Street Food” hasta “Photojournalism”, pasando por “Innovation”, “Food for Celebration” o el “Premio para Pasteleros con Ganas de Liarla”. El resultado: una exposición en las Mall Galleries de Londres y una ristra de premios, algunos con pasta (la de verdad, no la italiana), otros con trofeos y, sobre todo, mucho orgullo de ser la envidia del gremio.
De la cocina al premio: lo que cuentan las mejores fotos
Lo curioso de estos premios no es solo la calidad de las imágenes, sino la cantidad de historias y contextos que hay detrás de cada plato fotografiado. Aquí no hay solo bodegones bonitos con luces suaves y fondos desenfocados. Aquí hay reportajes, retratos, acción, cultura y mucha, muchísima diversidad.
El gran ganador: abuelas, primavera y rollitos Sichuan
La mejor foto de todas, la que se lleva el premio gordo (y 5.000 libras esterlinas), viene de China: “The Elderly Having Delicious Food”, de Xiaoling Li. Cinco abuelas octogenarias, sentadas en Shuangliu Ancient Town, con sus chaquetas de colores, gorros de lana y una colección de rollitos de primavera que ya quisiéramos para el aperitivo del domingo. Más allá de la imagen (que es maravillosa), la historia habla de tradiciones, vecindario, alegría y la capacidad de la comida para reunirnos incluso cuando la vida va en modo lento. “Setting up a Dragon Gate formation”, dicen por allí, es sentarse a comer y a compartir historias. Y en la foto se nota: felicidad pura, con salsas y semillas de sésamo incluidas.
Celebraciones, cosechas y panes con historia
Entre las más destacadas está también la serie “Bring Home the Harvest”, donde Chang Jiangbin retrata a dos niños cazando peces en los campos inundados tras la cosecha de arroz. Una escena que vale más que mil recetas, y que resume el vínculo entre alimento y territorio. En la categoría “Food for Celebration”, Banh hoi, un pastel vietnamita que requiere más paciencia que montar un mueble de Ikea, se lleva los focos: fiestas, bodas, ceremonias, y la cocina como excusa para celebrar.
Pasta, street food y el arte de darle la vuelta a lo clásico
No hay premios de fotografía de comida sin un apartado para la pasta. “Put All Your Pasta In One Basket” de Costas Millas lleva el spaghetti al terreno gráfico, entrelazando hebras hasta crear un patrón digno de museo moderno. Y sí, la paciencia aquí también es ingrediente principal.
La “Street Food” tiene premio con “Ramadan Special Parantha Halwa” de Debdatta Chakraborty: Kolkata se convierte en un paraíso culinario cuando llega el Ramadán. Aquí se vive la calle, el horno y la diversidad. No importa tu religión, cuando el pan está caliente y la multitud se arremolina, el aroma manda.
Premios para los valientes y para quienes reinventan la rueda
Mención especial al “MPB Award for Innovation”, donde Pieter D’Hoop, por si te parecían poco raras las ideas de los creativos, mete un pulpo en una lavadora. No hay metáfora oculta: es un pulpo en una lavadora. ¿Hace falta decir más?
En “Politics of Food”, Jo Kearney da la vuelta al hambre con “Afghan Refugee Women Wait for Free Bread”. La fotografía no solo abre el apetito, también puede remover conciencias.
Pasta para la comunidad, pan para los que más lo necesitan
El “Claire Aho Award for Women Photographers” va para Lizzie Mayson y su retrato de Delfina, una “pasta granny” italiana que, entre harina y fideos, destina su producción a la iglesia local, donde dan de comer a personas sin hogar. Gastronomía y solidaridad en estado puro.
Y hablando de panadería, “La Matassa. A Real Work of Craftsmanship” de Diego Marinelli celebra la pasta como símbolo de la riqueza cultural de Italia. Tradición, historia y mucha, mucha pasión.
¿Qué aprendemos de todo esto?
Que la fotografía gastronómica no es solo cuestión de apretar un botón y tener hambre. Es contar historias, reivindicar tradiciones, denunciar injusticias y celebrar la vida. Los World Food Photography Awards de este año lo dejan claro: detrás de cada foto hay cultura, creatividad, denuncia, humor y, sí, ganas de comer.
Así que ya sabes: si quieres mejorar tu fotografía de comida —o si simplemente quieres babear viendo lo que se puede lograr con luz, buen ojo y un plato bien presentado—, pásate por nuestro taller de fotografía gastronómica. Aquí enseñamos a buscar la historia, no solo la receta. Porque una buena foto gastronómica, además de decorar Instagram, abre puertas, bocas y, a veces, hasta corazones.