“Napalm Girl”, La imagen de una niña corriendo desnuda por una carretera tras un ataque de napalm en Vietnam es, sin duda, uno de los mayores golpes visuales de la historia del fotoperiodismo. Desde que en 1972 Nick Út captó aquel instante y lo compartió con el mundo, la foto de Phan Thị Kim Phúc ha sido sinónimo de la crudeza de la guerra y el poder de una sola instantánea. Pulitzer de aquel año, premio World Press Photo, montones de libros y documentales: la imagen parecía inamovible. Sin embargo, un nuevo documental está removiendo conciencias para recordarnos que ni la foto más icónica está libre de sombras y debates.
Desde su publicación, la autoría de Nick Út se dio por cerrada. Él mismo llevó de urgencia a la niña al hospital, avisó a sus editoriales y envió al mundo la instantánea que se convertiría en bandera contra la brutalidad de la guerra. Durante décadas, nadie cuestionó que el fotoperiodista vietnamita de Associated Press fuera el artífice de la toma. Hasta que un grupo de investigadores y cineastas ha decidido calentar el avispero: ¿y si, en realidad, fueron los corresponsales locales quienes estaban mejor preparados para disparar justo en ese preciso segundo?
El documental que desató la tormenta
The Stringer, presentado en festivales de cine y avalado por la VII Foundation, se ha dedicado a diseccionar cada centímetro de aquella escena con lupa forense. Mapas de situación, reconstrucciones en 3D, entrevistas con testigos supervivientes y análisis de carretes de distintos fotógrafos locales vendidos al ejército vietnamita o colaboradores de cadenas occidentales. Todo para plantear que Nguyễn Thành Nghệ —freelance para la NBC— o Huỳnh Công Phúc —fotógrafo oficial del ejército de Vietnam del Sur— podrían haber capturado la escena desde un ángulo más certero o, al menos, al mismo tiempo que Út.
El documental sugiere incluso que los testigos vieron a uno de esos fotógrafos disparar antes de que Út llegara al lugar exacto. Reconstrucciones de posición, distancias y secuencias de eventos dan pie a la teoría de que Út pudo haberse limitado a recoger el negativo que otro había expuesto. ¿Pruebas concluyentes? No muchas: fragmentos de reflexiones de testigos, un carrete encontrado en un cajón y cierto desconcierto sobre la sincronización de relojes y velocidades de obturación. Bastante para hacer ruido, insuficiente para cerrar un caso criminal.
World Press Photo: “Teníamos que mover ficha”
La organización que consagró la imagen en 1973, World Press Photo, responsable de revisar cada año miles de trabajos fotográficos, ha dado un paso nunca antes visto: suspender la atribución oficial de la autoría a Nick Út. En su comunicado, admiten que el rigor histórico y los estándares de verificación les impiden continuar señalando a Út sin reservas. La premiada instantánea mantiene su estatus y su prestigio, pero el pie de foto queda ahora en blanco, con un escueto “autor desconocido”.
Este movimiento rompe uno de los tabúes más sólidos en el mundo de la fotografía: jamás se había cuestionado la autoría de una imagen ganadora del Pulitzer cinco décadas atrás. El revuelo ha puesto a la comunidad periodística y fotográfica sobre sus talones: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a reescribir la historia cuando aparecen sombras de duda? Y, sobre todo, ¿qué valoramos más: la potencia simbólica de la foto o la certeza de quién la capturó?
AP mantiene, pero a regañadientes
Associated Press, por su parte, no ha tirado la toalla con Út. Tras encargar dos estudios independientes, la agencia concluyó que no existen evidencias sólidas para reemplazar a Nick Út en los créditos. Reclaman que el archivo de AP guarda las hojas de contacto originales, los horarios de transmisión y testimonios de colegas que confirman su presencia en el momento clave. Eso sí, reconocen con cierta desgana que, si apareciera un negativo firmado por Nghệ o Phúc, no dudarían en rectificar.
Este tira y afloja muestra la tensión entre la necesidad de mantener la reputación de una agencia centenaria y el compromiso ético de citar al verdadero autor. AP defiende que solo la certeza absoluta justifica un cambio de crédito —algo tan difícil de lograr tras medio siglo de mitos, carretes dispersos y memorias desvaídas—.
La niña del napalm sigue corriendo… y enseñando lecciones
Phan Thị Kim Phúc, la protagonista de la foto, sobrevivió a quemaduras de segundo y tercer grado gracias al rápido auxilio de Út. Años después se convirtió en embajadora de la paz de la UNESCO y abanderó la reconciliación y cura de heridas. Su historia y su imagen siguen inspirando campañas antinucleares, antiviolencia y de derechos humanos. Ningún debate sobre autoría cambia el hecho de que la fotografía salvó su vida y, a la postre, se erigió en grito global contra la barbarie.
¿Cambia algo, entonces, la nueva controversia? La respuesta corta es que la fuerza emocional y ética de la foto permanece intacta. Nadie en su sano juicio pondrá en duda su impacto. Lo que sí revela esta crisis es que incluso el icono más sólido puede desmoronarse cuando se revisitan los orígenes con ojos de detective: pequeños rescoldos de duda encienden debates monumentales.