El huerto de imágenes

En algún apartado anterior mencionaba el carácter antropológico que se da en el acto de fotografiar, entendiendo esto como un “acto de capturar realidades visuales”. Comentaba, como con la entrada en escena de la cámara fotográfica  surgieron dos especies de operadores bien diferenciadas: una especie que conectaba con el antiguo hombre de instinto cazador, con el nómada , con el reportero ; y otra, mas bien relacionada con el hombre sedentario, con el recolector o el ganadero, aquel que se establece en un lugar y construye su santuario de trabajo , este sería el caso del fotógrafo de estudio.

Pero se da un tercer tipo, –no quiero decir con esto que se trate de el último modelo que me quede por citar–, existen tantos modelos como numero de hombres que lo largo de la historia han practicado la fotografía. Estas reflexiones , partimos de la base de  que no cuestionan nada científico , se trata de meras especulaciones de la propia imaginación basada en la observación y en mi experiencia particular , con esto pueden resultar tan absurdas o irreales, como dignas de seducir por unos minutos  invitando a la reflexión.

“El cultivador de imágenes” supondría este tercer tipo del que quiero hablar, un domesticador del estilo , un recolector o un hortelano , el seleccionador de imágenes, alguien quien procesa , alguien que metaboliza , quien con un criterio personal somete a metamorfosis las imágenes que en bruto le ha proporcionado una cámara, guardando cierta analogía con el antiguo técnico de laboratorio hoy convertido en editor de Photoshop. El fotógrafo, quien,– tras tiempo de adiestramiento –, se dedica a establecer vínculos de las imágenes con su propio yo, quien desarrolla a través de su experiencia ese filtro por el que unas imágenes pasan para formar parte de su colección particular. El criterio, algo tan difícil de conseguir con el tiempo, que no es más, que eso que llamamos ESTILO. No me refiero únicamente al generador de imágenes , incluimos también al coleccionista , al comisario de exposiciones o al editor gráfico de una revista, por citar ejemplos. Entiéndase. a todo aquel que construye su propio huerto , que selecciona y mima sus utensilios y herramientas , aquél quien sabe bien diferenciar las horas y los días más propicios para obtener mejores frutos, el tipo de cultivo que requiere cada temporada, el blanco-negro o el color , el paisaje o el retrato urbano , la macrofotografía o el ojo de pez , el salir al campo o el quedarse poniendo orden en el estudio . Los tiempos en los que hay que limpiar y reparar los aparejos o los días para la batalla, , …

 

He querido ilustrar esta reflexión con una diapositiva que tomé hace varios años con mi vieja “Hassel” . La foto fue tomada durante una mañana lluviosa de otoño en Berlin, el tiempo de exposición era relativamente corto (creo recordar que disparaba a 1/30,1/15 , sobre 100Asa) y tenia entonces la costumbre , –o la manía tomada como Handicap–, de dar cierto sello a mi trabajo disparando a pulso, sin ayuda de un trípode . Me interesaba por aquel entonces provocar – aunque he de reconocer que a día de hoy ese interés no se ha desvanecido –, provocar esos sutiles movimientos de la cámara generados por el movimiento de mi respiración , jugar con los límites de mi pulso , algo que se manifestaba en la foto mediante desenfoques , mediante saturaciones de color o apariciones incontroladas de manchas y siluetas fantasma.

A los pocos días, cuando tenia el resultado del revelado en mis manos, era cuando ayudado con una enorme lupa, recorría visualmente toda la superficie de aquella diapositiva de 6x6cm , entre otras razones porque no disponía de un proyector para ese formato . Para mi, era realmente importante aquella actividad detectivesca, empeñado en dar con nuevos elementos con los que extraer nuevas fotos, que yo veía como nuevos cuadros , puesto que era la careta de pintor la que yo adoptaba para tal operación.

Esa fotografía, había sido tomada asumiendo yo el roll de uno de esos tipos del primer grupo del que hablo: el cazador de imágenes brutas. Para ello, calibraba mi arma según el tiempo de exposición que yo consideraba , usé la munición apta para tales fines, que en este caso era una marca, un modelo y una sensibilidad  concreta. La hostilidad del entorno que yo requería , la actitud que yo adoptaba , no me permitían pues, salir a la calle con trípode y demás parafernalia ,– de por sí, la 500CM es una cámara pesada y voluminosa –, que además no cuenta con un visor ocular, lo que permite trabajar a nivel del suelo sin tener uno que ir arrastrándose. Y lo que es importante , uno se puede adentrar en esa jungla , sin perder la atención de todo lo que sucede a nuestro alrededor puesto que el ojo no está soldado a la cámara. Recuerdo bien aquellos días ,manejándome en el asfalto, sorteando coches en movimiento al tiempo que realizaba mis fotos. El no tener el ojo pegado al visor, le permite a uno no ser preso de esa cámara oscura que te impide estar atento a lo que sucede fuera de ella. En contra, la munición es muy escasa , 12 fotos tan solo en cada carga, con lo que hay que administrar muy bien los tiempos , y recuerdo aquella mañana salír a la jungla con un solo carrete, con lo que era vital aprovechar ese instante , conocer bien cuando se estaba dando a mi entorno. Como un antiguo arquero con tan sólo doce flechas en mi espalda.

Múnich 04 de Abril 2017

Nani Boronat

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